MANTRA PARA REPETIRSE UNO MISMO DE VEZ EN CUANDO

Después de un tiempo
uno aprende la sutil diferencia
entre sostener una mano y encadenar un alma
y uno aprende que el amor no significa acostarse
y una compañía no significa seguridad
y uno empieza a aprender
que los besos no son contratos
y los regalos no son promesas,
y uno empieza a aceptar sus derrotas con la cabeza alta
y los ojos abiertos
y uno aprende a construir todos sus caminos en el hoy
porque el terreno del mañana es demasiado inseguro para planes..
y los futuros tienen una forma de caerse a la mitad,
y después de un tiempo uno aprende que,
si es demasiado, hasta el calorcito del sol quema,
asi uno planta su propio jardín
y decora su propia alma
en lugar de esperar a que alguien le traiga flores,
uno aprende que realmente puede aguantar,
que realmente es fuerte,
que realmente vale
y aprende y aprende…
y con cada adiós uno aprende.

Puede que ANONIMO

29 de octubre de 2010

Los brotes de las zarzas

Los brotes de las zarzas
te asoman
entre el cuello y tu camisa,
hojarasca alimentada
por esos tristes paseos
con los dedos abrasados
de sostener el ron más dulce.

Espera,
y la espera es un diluir de autopistas
y una mentira en cada tallo,
sin riesgos.

Abono las fisuras
con que miras el dolor
sin dejar de respirarte,
y no hay farolas
para iluminar esos brotes
con las raices en el aire.

Espero,
ruedan las mentiras
entre nuestras rodillas,
y ya no importa:
no son de nadie,
son icebergs desmigándose
en las sobremesas,
son frases hechas
y silencios fosilizados
de esperar.

16 de octubre de 2010

Qué son los besos?





Los besos son esponjas
que no siempre se pueden
escurrir del todo.

Las esponjas son cerebros
que, antes de crear ideas,
se desaguan espaldas abajo.

Los cerebros son planetas
encerrados en comisarías
con corazones en las ventanas.

Los planetas son besos sueltos
girando en oscuras plazas
de pueblo.

Y los besos...los besos
tal vez sean testigos húmedos
que exploran la raiz de las palabras,
o que rasgan los velos de crisálida
con que nos protegemos.

4 de octubre de 2010

Echar la culpa

La responsabilidad que cada persona asume es inversamente proporcional a la cantidad de bilis que son capaces de expeler y contaminar en las personas que les rodean.

Cuando hacía deporte y no ganábamos -y era amenudo-, siempre había alguien que culpaba a otros compañeros, o al árbitro, o al tiempo, o a la mala suerte...

Cuando bebía me encontraba con algunos borrachos que siempre culpaban de su borrachera a otros...a sus mujeres, a sus suegras, a su mala suerte en la vida, a las puñaladas de los amigos, incluso a los antibióticos...

Cuando trabajo me enervan los que echan la culpa de su desidia a los malos compañeros, al jefe, al poco sueldo, a los horarios...

Cuando iba al parque con mis hijos pequeños había padres y madres que culpaban a otros niños de las caídas y lloros de sus hijos, al ayuntamiento por las piedras en el camino, al globo por pincharse...

Cuando viajo hay gente que cambia de carril pensando que el de al lado avanza más y cuando comprueba que todos los carriles son igual de lentos culpa a la torpeza general del resto de conductores, gente que, en otros paises, se enfadan y culpan de estar atrasados a los que no les entienden...

Hay gente que mantiene una carrera anhelante por estar siempre en otro sitio distinto al que está, casi siempre son los mismos que prefieren culpar a los otros de su indecisión, de su torpeza o de su inmovilidad.