MANTRA PARA REPETIRSE UNO MISMO DE VEZ EN CUANDO

Después de un tiempo
uno aprende la sutil diferencia
entre sostener una mano y encadenar un alma
y uno aprende que el amor no significa acostarse
y una compañía no significa seguridad
y uno empieza a aprender
que los besos no son contratos
y los regalos no son promesas,
y uno empieza a aceptar sus derrotas con la cabeza alta
y los ojos abiertos
y uno aprende a construir todos sus caminos en el hoy
porque el terreno del mañana es demasiado inseguro para planes..
y los futuros tienen una forma de caerse a la mitad,
y después de un tiempo uno aprende que,
si es demasiado, hasta el calorcito del sol quema,
asi uno planta su propio jardín
y decora su propia alma
en lugar de esperar a que alguien le traiga flores,
uno aprende que realmente puede aguantar,
que realmente es fuerte,
que realmente vale
y aprende y aprende…
y con cada adiós uno aprende.

Puede que ANONIMO

25 de febrero de 2009

Limosna y justicia


Pasamos andando delante de alguién que extiende la mano abierta hacia arriba, pidiendo limosna, y una energía canalla nos empuja a mirar hacia otro lado. O peor aún, pasamos a su lado como si pasáramos al lado de una farola, sin mirar y sin ver. Como si fuera trasparente.
La caridad no soluciona la vida, solo y con suerte el día.
No juzgo, ni hay consejos; si tengo algo suelto y no aprovecho para mirar el paisaje urbano o humano, quizá me acerque y deje alguna moneda en su mano. Y no me gusta dar limosna: me parece que al tiempo que le doy mi moneda respaldo las causas que le han llevado a terminar en esa situación, tampoco solucionaria nada que mi bolsillo se quedara vacio porque a la vuelta de mi paseo volvería a encontrarme con esa mano extendida.
O al día siguiente.

24 de febrero de 2009

Pedir perdón

Es mi primera opción, cuando entro en la vida de alguién sin haberselo advertido antes, perdón por entrar sin llamar, perdón por robarle un poco de su tiempo, perdón...para desguarnecer un poco su coraza.
He leído alguna vez por ahí que entre las parejas que se aman verdaderamente el perdón no tiene cabida, con esta frase: "Amar significa nunca tener que pedir perdón". Frase que tiene dos lecturas, una, que si hay amor verdadero no sucederá nunca nada por lo que pedir perdón, ni un mal gesto, ni una mala contestación, nada punible entre los dos, es una lectura muy optimista, casi de fantasía.
Y otra lectura, unidireccional, que si amo de verdad todo lo que venga de mi amor está integrado en el aliento que compartimos, que sería como pedir perdón por respirar juntos en la misma almohada, o como si el agua nos pidiera perdón antes de bebernosla, como comprendemos a nuestro amor el perdón siempre esta demás.
Por otra parte, hay otra frase: "Amar significa saber pedir perdón", pero aquí creo que sustituiría amar por vivir.
Como al amar nos entregamos, la confianza en el otro es ilimitada, y si se pierde de nada valen ya los perdones....es como contribuir a deshacer de golpe, desde los cimientos, una fortaleza y luego querer restaurarla con la misma celeridad.
También se dice por ahí que todo tiene arreglo, menos la muerte, claro, y no es cierto. Hay intentos de arreglo que son una chapuza. Claro que para compensar hay arreglos que parecen una labor de orfebre, que casi ni se nota que algo se había roto -nunca me ha pasado-.

9 de febrero de 2009

El chocolate y el deseo

El chocolate y el deseo: un binomio, una dupla, un conjunto armónico, inseparable. En la América precolombina el cacao era un valor de cambio, una moneda con cáscara, el tesoro imposible de almacenar en cuevas, un tesoro reservado para las despensas. LLegaron los europeos y con su manía de nombrar todo con expresiones latinas, dieron con una muy certera para definir al cacao, theobrama -alimento de los dioses-. Y han tenido que pasar muchos años para que yo pueda ahora dejar de escribir, levantarme, ir a la cocina, y tomar un trozo de chocolate, muy oscuro, y aspirar con cada papila un concierto de sabores, intensos y ligeros, amargos y dulces, con un comienzo áspero, rugoso y suavemente deslizante a la vez. Se puede masticar pero enseguida su consistencia va cediendo y solo el batir de la lengua contra el paladar es suficiente para amasarlo en la boca: es "el momento", justo cuando se mezclan todos los matices y se arma una fiesta de fuegos artificiales que suben de la boca a la nariz, se cierran los ojos como unos diques de contención para canalizar esas sensaciones hacia el cerebro, información que, no por sabida, es menos placentera. Si hay un hermano pequeño del orgasmo, son esos segundos de tránsito del chocolate entre la boca y la esófago. Queda luego un latir diminuto en la boca, que se va apagando, se van despintando dientes, encías...la boca entera, como preparandose para recibir otro pedazo de chocolate. Y ahí el deseo, el deseo de comenzar de nuevo. De volver desde la puerta de la cocina a la puerta del armario y pellizcar la tableta. Así entiendo por qué tardo tanto en escribir cualquier cosa.